EL MAPA Y EL TERRITORIO

MICHEL HOUELLEBECQ

El mapa y el territorio  (Premio Goncourt 2011) 

Ed. Anagrama, 2011, 377 páginas, 21’90 euros

 

Este escritor francés (1958) controvertido ha urdido en esta ocasión una historia poliédrica de la que hay que tomar distancia para apreciar la complejidad del resultado final. Houellebecq trabaja con el silencio y la astucia de una planta carnívora que atrae y engulle al lector sin que este lo note apenas. Los acontecimientos se desarrollan de forma natural, sin forzar su encadenamiento; los personajes también se van incorporando como gente que pasa y que se queda un rato a formar parte de la trama. En realidad, solo hay un par de ellos que espesan lo suficiente como para dejar honda huella en quien pasa las páginas. Pertenecen a ese grupo de creaciones que una recuerda muchos años después de haber cerrado el libro.

Jed Martin es un personaje extraño que pretende pasar desapercibido, uno de esos tipos raros-raros. No le exime su calidad de artista, porque tampoco lo es a tiempo completo ni en una sola disciplina. Tiene la suerte de no tener que preocuparse por el dinero, así que crea solo cuando siente el impulso.

Su relación con el otro personaje principal, Michel Houellebecq, es la que podría generarse entre dos perros verdes. Michel Houellebecq, a su vez, supone la elaboración de un personaje que con toda seguridad, no es el autor, aunque se llame como él y se dedique a la misma profesión, y al que el autor de verdad trata sin ninguna piedad, como si quisiera vengarse de sí mismo.

Otro aspecto ineludible viene dado por la ingente documentación que aporta y la infinidad de incisos que realiza para incorporarla. Esa tendencia que a todo escritor incipiente se le señala como el mayor de los defectos posibles, en esta obra se integra sin un solo chirrido, sin una sola arruga. No solo no estorba, sino que incluso se agradece.

Además de todo eso, el autor construye una historia de anticipación sobre el fin de la era industrial, pero sin dejarse llevar por la tentación del catastrofismo. Más que una novela de rodada suave, supone el trazado de un mapa que marca un territorio sobre el que se circula levitando con suavidad

Es como si esta vez Houellebecq hubiera conseguido controlar toda esa rabia que mostraba en ocasiones anteriores, para escribir la que dicen que es su mejor novela hasta la fecha. Y debe de serlo, por la amplitud de temas y la maestría en el tratamiento. Uno de esos libros que una deja a mano en el estante con la certeza de que lo va a releer.

© Esther Zorrozua, febrero 2012