29 DE FEBRERO

Incluir el 29 de febrero cada cuatro años evita que el calendario se mueva y dé la vuelta cada 5 o 6 siglos

Europa Press – dom, 26 feb 2012

 La presencia del 29 de febrero en el calendario es una particularidad que sucede cada cuatro años y que viene a corregir las diferencias en el calendario, ya que en realidad cada año tiene 365 días y 6 horas, y con ello evitar que las fechas astronómicas y cronológicas dejen de coincidir. Así, según ha explicado a Europa Press el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Manuel Manianes, la colocación de los años bisiestos, uno de cada cuatro años, fue implantado por Dionisio ‘El Pequeño’, un monje de Turquía que en torno al año 200 (d.C) halló la diferencia entre lo que contaba el calendario juliano y la realidad, y por el que si ese desajuste no se corregía, en el plazo de 500 a 600 años el solsticio de verano podría suceder en el solsticio de invierno y viceversa.

De este modo, ha añadido que el año bisiesto –cuando febrero tiene 29 días en vez de 28– viene a corregir el hecho de que cada año tiene 365 días y 4 horas, que no se contabilizan y que se suman cada cuatro años formando un nuevo día y, por ende, un año de 366 días. Así, ha destacado que Dionisio ‘El pequeño’ observó que para que todas las fechas coincidieran en el tiempo, era preciso que febrero tuviera un día más, para hacer realidad esas seis horas que de más que no se cuentan el resto de los años. De este modo, Manianes ha señalado que entre las «consecuencias más dramáticas» de no existir el año bisiesto, los seres humanos no podrían seguir el ciclo de la naturaleza, ya que, por ejemplo, la floración de las plantas reventaría en lo que conocemos como verano cronológico. «Si no añadimos a febrero no podríamos controlar ningún fenómeno a través del calendario», ha insistido.

Además, el hecho de que ese día de más se añada en febrero se debe a que el cómputo que se realiza depende del solsticio de invierno y de la distancia de la luna respecto a la Tierra. El experto asegura que el año bisiesto «arregló los desperfectos que había» y ha añadido que aún así quedan unas pequeñas diferencias que, en un año o lustro no se aprecian, pero que se notan a largo plazo. De hecho, ha apuntado que los científicos corrigen y regulan estas décimas de segundo tanto en los relojes como en los calendarios. En ese sentido, se ha referido a las fiestas litúrgicas, que no cambian de fecha y otras, que son movibles, dependen de las lunas, como el Carnaval o la Semana Santa. En definitiva es a Dionisio ‘El pequeño’ a quien se deben las dataciones que rigen en la actualidad ya que el calendario juliano, además, tenía un error de tres años en el cómputo general por el que, de hecho, Jesucristo podría haber nacido tres años antes o tres años después.

Respecto a las creencias populares, ha subrayado que éstas son de gran importancia y que antiguamente se decía que los niños que nacían en años bisiestos eran personas especiales, con poderes, o que podían ser curanderos. Sin embargo, a su juicio, si los bisiestos son años extraordinarios es porque ocurren cosas extraordinarias o no en años bisiestos, no por el mero hecho de serlo. «Las creencias populares son muy importantes, pero desde el punto de vista cultural, ya que desde el científico demuestran que esto no tiene ninguna relación con hechos especiales», ha concluido.

BEATRIZ CELAYA

Disculpen si albergo sombras

06-2-2011 | Libertad de expresiónjuicios moralesdiversidad de opiniones

Autor: Beatriz Celaya

SombraVoy de asombro en asombro. Leo el pasado sábado en El País  a Manuel Rodríguez Rivero que cuenta cómo la editorial Harper Collins ha introducido en sus contratos una «cláusula moral» por la que la compañía se reserva el derecho a rescindir contratos «si la conducta del autor evidencia una falta de la debida consideración hacia las convenciones públicas y morales… (sic)». Vuelvo a El País el domingo y me encuentro con que el propio periódico pide disculpas por lo que Nacho Vigalondo  ha escrito sobre el Holocausto en su Twitter (personal) y decide retirarlo (por sus opiniones) de una campaña publicitaria en la que aparecía el director de cine, además de clausurar su blog que alojaba El País Digital.  

Y pienso: «Quizá me esté equivocando al sobresaltarme, y obligando al hombre a ser bueno se logrará la sociedad libre que anhelaba Rousseau…»

No lo creo. No creo que ni el ojo avizor de las editoriales ni la espada justiciera de los medios de comunicación nos hagan mejores, quizá sí más cínicos, menos espontáneos y más amargados; lo hemos visto antes en otras represiones, como la caza de brujas de McCarthy, donde no hubo ni muertos ni exiliados pero sí grandes círculos intelectuales que se autocensuraban para no ser reprendidos.

Enjuiciar moralmente a alguien es siempre una mala costumbre que quizá no podamos dejar de hacer en nuestros círculos reducidos, pero cuando el enjuiciamiento pasa a ser popular deberíamos saber que desaparece la razón y el mando lo toman las emociones, y éstas son capaces de apedrear al primero que ofenda. 

Con moderaciones de estilo Gran Hermano, que obligan a comportarnos de una manera homogénea, lo que está en juego es la libertad individual y de expresión de todas las personas públicas en sus espacios personales (sean públicos o privados), así como también  la diversidad de opiniones.

En mi ingenuidad, creía que la actividad de crear no tenía que ir unida a la moral; que, por ejemplo, un escritor podía escribir una gran obra y ser a la vez un sinvergüenza, un chivato, un indeseable.  Quizá al cerrar el libro no pensara como Holden Caulfield que «ojalá el autor fuera amigo mío y pudiera llamarlo por teléfono cuando quisiera«, pero, sin duda, lo seguiría leyendo y seguiría queriendo saber sus opiniones, aunque fuera para disentir. 

Siempre he pensado que estaba viviendo la época más libre jamás habida en la existencia humana, la única en la que yo me veo capaz de sobrevivir (en las anteriores me hubieran quemado en la hoguera, o echado a los leones, estoy convencida), pero con estas nuevas tendencias de correctismo político no estoy segura de salir incólume; ya no es posible albergar sombras.

(Foto: Russ and Reyn)

SIGUE LA FUGA

ESTHER ZORROZUA

Fuga para una pianista (ALBERDANIA)     267 páginas

http://www.blogseitb.com/pompasdepapel/2012/02/28/las-ultimas-novedades-de-febrero-de-2012/

Piano, piano, sigue ascendiendo la carrera literaria de la bilbaína Esther Zorrozua. Licenciada en Filología Románica, con un doctorado sobre la obra de Vargas Llosa, esta profesora de instituto ha publicado innumerables relatos y cuatro novelas, La Casa de la Galea, Bilbao, ciudad abierta, A contraluz y ahora Fuga para un pianista. En ella se cuenta la peculiar relación entre un anciano que cree ha llegado el momento de morir y su cuidador, un peruano que llegó a nuestro país en busca de un futuro mejor. Esteban le pide aHamlet que le ayude a dejar esta vida “dignamente” porque cree que ya no puede dar más de sí. Enfrente se encuentra con los médicos, más partidarios de las leyes que de la vida y las dudas del propio Hamlet que proviene de un mundo donde la vejez es un valor y no una carga. Una novela poderosa, sustentada en un inspirador hálito ético.