ALEXANDER MAKSIK

No te mereces nada – Alexander Maksik

Posted: 26 Apr 2012 02:06 PM PDT

No te mereces nada es la opera prima deAlexander Maksik; una obra arriesgada que se desliza sin calzado sobre la cuchilla de la ética, la cobardía, el amor y la indecisión con el telón de fondo de un París que más una ciudad parece un decorado. Un texto que simula ser dulce y avinagrado como toda historia romántica pero que realmente se parece más a un cubo de Rubik moviéndose en diferentes planos donde sólo los colores -los sentimientos- parecen tener sentido mientras el mundo gira y gira. Pero no teman, en el plano literario podemos decir que dejará muy satisfechos a todos sus lectores. Repasemos por tanto la literatura por un lado y por el otro señalemos las aristas. LEER MÁS

Un año en la vida de Will Silver profesor de literatura del Liceo Americano de París es la base de esta novela. Divorciado, apenas iniciada la treintena, populista profesor, comprometido con su alumnado y su enseñanza, genera pasiones tanto en las aulas como más allá. Su forma de enseñar esta narrada en varias clases magistrales donde se analizan Hamlet, El libro de Job, Walden, El extranjero permitiéndonos asistir como oyentes a su magisterio. Su atractivo físico unido al académico permite que sus alumnas e incluso alumnos, se enamoren -encaprichen- de él. La gestión de estas relaciones son el quid de la obra con el formato de la tragedia clásica.

Cualquier lector medio disfrutará con este primer nivel puesto el formato trasladado por el autor desde Mientras agonizo de Faulkner deja ver las diferentes realidades tanto del profesor Silver, como su alumno Gilad y la deliciosa Marie. La escena de la manifestación pone de manifiesto las capas de realidad subjetivas que nuestra experiencia plasma. Bien escrito, entretenenido y emocional merece un notable como obra literaria.

El segundo nivel (cara del cubo) es el conflicto ético que mantienen todos sus personajes. Maksik no ha querido enfrentarles ante el bien o el mal sino ante lo que debe o no debe hacerse en según que circunstancias. Todos tienen su cuota de verdad, de razón en su comportamiento, pero a la vez la toma de decisiones que realizan o su ausencia les posiciona ante otros. ¿Es licito hacer lo que hacen? Por otro lado ¿es coherente que un profesor que inflama a sus alumnos se muestre descafeinado ante la realidad e inane ante el conflicto amoroso? Este segundo nivel queda resuelto con la cita de Camus que abre el libro:

No quiero escoger entre el lado correcto
y el lado incorrecto de este mundo,
y no me gusta que haya que escoger

El tercer nivel es el del revuelo mediático que ha tenido esta obra cuando ha salido a la luz su presunta falta de originalidad. Parece ser que es mera autoficción, pues algo muy parecido le sucedió al propio Maksik hace unos años en París. Algunos exalumnos suyos dicen sentirse retratados en sus personajes con lo que la controversia se multiplica. ¿Es moral leer a quien ha sido inmoral? ¿Es ético reflejar la inmoralidad propia y la de personas que se han reconocido en una obra de ficción?

Con estas caras del cubo de Rubik el lector se dará cuenta que tiene en sus manos un libro-bomba susceptible de producir reacciones ambiguas. Desde aquí nunca vamos a juzgar el comportamiento de los escritores, sólo su obra, y en este caso No te mereces nada es una novela que por cada una de las partes dicha y por su todo unido vale la pena ser leída.

Pepe Rodríguez

FICHA DEL LIBRO

Título: No te mereces nada | Autor: Alexander Maksik | EditorialMiscelánea |Traducción: Del Rey, Santiago | Páginas 272 | Precio 18€ |

EL VIENTO COMENZÓ A MECER LA HIERBA

El viento comenzó a mecer la hierba – Emily Dickinson

Posted: 22 Apr 2012 12:37 PM PDT

No es que morir nos duela tanto.
Es vivir lo que más nos duele.
(335)

Veintisiete bellísimos poemas de la poetisa de Massachussets, ilustrados con gran fortuna por Kike de la Rubia, nos presenta la Editorial Nórdica en una edición bilingüe, lo cual añade otro acierto más al conjunto. LEER MÁS

Emily Dickinson (Amherst, 1830-1886) fue una poetisa nortemericana, cuya vida y obra pasaron desapercibidas en su momento. Hija de Edward Dickinson, abogado y diputado por Massachussets, tenía dos hermanos: William Austin y Lavinia. El ambiente familiar era fuertemente puritano y religioso. Sólo póstumamente (salvo tres poemas publicados sin su firma y otro sin su conocimiento) se publicó su obra, compuesta principalmente por poesía y cartas. Reconcentrada en su espacio interior, escribió para sí misma, por lo que a veces sus poemas son un tanto enigmáticos u oscuros, puesto que sólo ella conocía las claves de su misterio. La naturaleza, las íntimas emociones y pensamientos, la vida y la muerte, constituyen el mundo de esta escritora que si bien se nutrió por medio de la lectura de los clásicos y los poetas contemporáneos, conoció muy temprano la obra de Emerson. También leyó a Thoreau, a Hawthorne y a Beecher Stowe.

Manifestaba una especial sensibilidad que le hacía comunicarse con lo etéreo, con el mundo natural que la rodeaba, transmitiéndonos unas sensaciones a veces tristes, a veces entrañables, a veces de un disfrute inmenso. Escribía sus poesías, y cosía las hojas en lo que llamaba sus «fascículos», con hilo blanco, «Ésta es mi carta al mundo ―decía― que nunca me escribe» Aquellas «cartas» no pedían respuesta, en realidad. Las lanzaba al viento. Tenía contacto solamente con unos pocos amigos, como el escritor Samuel Boswell, con quien mantuvo larga correspondencia. A los treinta años su alejamiento del mundo era ya absoluto, vivía como una anacoreta, enclaustrada en la casa familiar, dedicada a las ocupaciones domésticas y a escribir apuntes y versos que guardaba en cajones. Incluso pasaba temporadas sin salir siquiera del dormitorio. Solo vestía de blanco; Natalia Ginzburg cuenta de una visita que hizo a la casa-museo de la poetisa, y lo que vio fue una triste y austera habitación, un vestido blanco y una manta que usaba para las rodillas mientras escribía. Eso sí, rodeada de inmensos campos y bosques.

La vida de esta mujer no pudo ser más prosaica, y sin embargo, absorbió toda la poesía vital en kilómetros a la redonda, para expresarla en sus delicados poemas. Sólo visitó Washington y Filadelfia una vez, algunas veces Boston, por cuestiones de enfermedad; conoció y al parecer tuvo dos inclinaciones amorosas; en primer lugar su preceptor, B.F. Newton, que trabajaba para su padre y vivió en familia con los Dickinson, durante dos años, muriendo después de tuberculosis; y en segundo lugar, al reverendo Wadsworth, al que apenas vio tres o cuatro veces en veinte años. Ambos fueron amores completamente castos.

El resto, como comenta Ginzburg, Amherst y sólo Amherst. La vida doméstica, los amigos y vecinos, bodas, nacimientos y muertes. Una solterona que escribe. Relaciones complicadas con sus hermanos y cuñada. Busca la soledad, se siente cómoda en ella, aunque también desee la conversación con un alma gemela. En algún momento debió sentir que quizás estaba lanzando sus poemas al viento, como se intuye en este texto:

Cuántas flores mueren en el bosque 
O se marchitan en la colina
Sin el privilegio de saber
Que son hermosas!

¡Cuántas entregan su anónima semilla
A una brisa cualquiera, 
Ignorantes del cargamento escarlata
Que a otros ojos lleva!

(Poema 404)

Borges dijo de ella: «No hay, que yo sepa, una vida más apasionada y solitaria que la de esa mujer. Prefirió soñar el amor y acaso imaginarlo y tenerlo». La escritura que salía de su mano era melódica pero concisa: despojada de palabras superfluas y buscando nuevos ritmos. Su poesía fue derivando hacia lo intelectual, sin perder un ápice de sensibilidad.

Buenos días, Medianoche.
Vengo a casa.
El Día se cansó de mí.
¿Cómo podría yo cansarme de él?

La Luz del Sol era un lugar placentero.
Yo quería quedarme,
Pero el Día ya no me quiere.
Así que, ¡Buenas noches, Día!

(Poema 425, selección)

En cuanto a las ilustraciones, que conforman el libro integrándose perfectamente con los textos, hay que destacar la delicadeza de las imágenes, acuareladas, con motivos de prados, bosques, pequeños caseríos, e interiores con ventanas por donde el viento y las aves entran y la mirada se aleja mientras el cuerpo permanece. Kike de la Rubia(Madrid, 1980) ha trabajado en el campo de la arquitectura, la fotografía, la escenografía y finalmente la ilustración.
En suma, una espléndida edición por la que felicitamos a Nórdica Libros.

Ariodante, en El Placer de la Lectura

FICHA DEL LIBRO

Título: El viento comenzó a mecer la hierba | Autor: Emily Dickinson |Ilustrado por: Kike de la Rubia | Editorial: Nórdica Páginas: 112 | Precio :16,50€ | Reseñado por: Ariodante |