DECÁLOGO DE SIETE PUNTOS

Decálogo imperfecto del imperfecto novelista

(glosas ambiguas a Horacio Quiroga)

Juan Gabriel Vásquez

 Noviembre de 2011

Uno. El novelista, más que creer en sus maestros, se los apropia. Entra a saco en ellos, los expolia como un ejército invasor y, cuando ha obtenido todo lo que necesitaba, los deja atrás. Frente a las grandes novelas se comporta igual que frente a la realidad: como un parásito. Lee para aprender a escribir y escribe para aprender a leer. Y nunca ha sido muy dado, de todas formas, a divinizar a nadie.

Dos. El novelista desconfía de la perfección. Se ha dado cuenta de que las novelas donde nada sobra, donde todo es pertinente, suelen ser las más pedestres, las menos iluminadoras. Sabe que de los excesos y las impertinencias surgen, a menudo, las mejores páginas. Intentará entonces que sus caprichos parezcan imprescindibles o, cuando menos, parte de un orden secreto. Cuando un crítico le señala páginas que se podrían quitar, que no aportan nada a la trama, calladamente se muere de la risa.

Tres. El novelista no escribe porque desee triunfar: escribe porque no tiene más remedio (la idea de triunfo, en todo caso, le parece una baratija y fuente de interminables malentendidos). Escribir es su única manera de estar en el mundo, pero también y sobre todo un vicio, una adicción malsana que lo obliga a menudo a desatender a quienes quiere. Esto lo atormenta.

Cuatro. El novelista empieza a escribir sin saber adónde va. Es más: escribe esa novela (y no otra) precisamente porque no sabe adónde va. La novela es una forma de saberlo, de descubrir algo que estaba oculto, de echar luz sobre lugares oscuros. Comenzar sabiendo lo que escribirá le parece una pérdida de tiempo. No le interesa explicar lo que ya conoce, sino revelar lo que también él ignora.

Cinco. El novelista desconfía de la simplicidad. Si un escritor se ufana de que sus novelas se pueden leer sin diccionario, lo más probable es que los diccionarios sean más interesantes que sus novelas. Para el novelista –Conrad, Joyce, Proust, Céline, Faulkner–, el lenguaje es como una caja de herramientas, y le parece profundamente inquietante que a la hora de su muerte todavía le queden llaves o tuercas sin usar.

Seis. El novelista escribe desde la insatisfacción: porque quisiera ser y no es, porque desea y no satisface el deseo, porque pregunta y no le responden. Nadie que esté plenamente contento escribe novelas. El novelista no escribe para sí mismo (cuando algún colega dice que “escribe para expresarse”, al novelista le dan arcadas), pero tampoco escribe para sus lectores. Esta contradicción también lo atormenta.

Y siete. El novelista odia muchas cosas (es más: muchas veces escribe justamente por eso), pero la primera es aquella frase de Horacio Quiroga: “Un cuento es una novela depurada de ripios”. El novelista sabe que tampoco para Quiroga era verdad semejante tontería; se pregunta, entonces, para qué perdió el tiempo escribiéndola. Para el novelista, la novela hace cosas que ninguna invención humana es capaz de hacer, y el mundo no existe hasta que es narrado en una novela. Tiene esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=2211

ÓSCAR URRA

A timba abierta – Óscar Urra

Posted: 29 Mar 2012 01:46 PM PDT

Debutar en el género negro y hacerlo de esta forma no es de lo más sencillo, pues la novela es de una calidad muy por encima de la media. Es todo un aldabonazo sobre las cabezas de los amantes a la novela clásica de género, pues esta narración cuenta con todos los elementos para considerarla como tal. Posee policías, inspector privado, ambiente negro o sencillamente realista, mafiosos, mujeres guapas, exmujeres de genio indomable, camareros persuasivos, chivatos profesionales, ácratas, o lo que es lo mismo un mundo de muy variopinto pelaje, todo rodeado de la ciudad, de Madrid, del centro de la ciudad, de ese territorio tan añejo como imprescindible, donde la delincuencia y el alma palpitante de la ciudad conviven. LEER MÁS

Si en algún momento se consideró que el binomio, detective privado con problemas y un mundo negro, era cuestión del pasado Óscar Urraconsigue que dicha afirmación se quede prácticamente en eso, en una afirmación sin mucho sentido. Con narraciones de este calibre queda meridianamente claro que el género goza de muy buena salud, pues con unos mimbres tan clásicos, el autor madrileño es capaz de crear una pieza de inconfundible sabor y de elevada calidad.

El sabor lo pone ese espacio geográfico que tan cercano parece y que tan bien trabaja otro de los exponentes más salvajes de la novela negra, Juan Madrid, de quien no se puede soslayar la influencia entre las páginas deUrra. Pero la novela es algo más pues posee una prosa muy cuidada, muy trabajada, por momentos usada de una forma tan fina y sutil que se acerca más a ser un arma afilada. Véase como ejemplo:

“Cabria sintió todo el desgaste de la jornada acumularse en su espalda y sus piernas, y un cosquillo concreto y antiguo le clavó alfileritos en la yema de los dedos: el que sentía cuando llevaba mucho tiempo sin tocar la fría y pulida superficie del naipe. Si este caso no se resolvía tampoco lo harían sus problemas, y entonces más le valdría buscar tapetes en otras ciudades, razonablemente lejos de sus acreedores, donde pudiera ejercer su vocación de aficionado a la supervivencia.” Pag. 114.

Ahí va otra:

“…pero sé algo más, sé quién hay en esa casa, y eso me inmoviliza, por que el destino está hecho de decisiones mal tomadas y de peligrosas balas perdidas.” Pag. 127-128.

De tales alfilerazos está plagada la novela, donde el lenguaje es una de las normas del escritor, pues está tratado y muy cuidado. Sostiene además una trama con un ritmo elevadísimo de lectura y de adicción, que hace que devoremos la novela con una celeridad asombrosa.
Percibo la influencia más clásica en el escritor, se nota desde lo más recóndito de sus palabras, se percibe el sabor de otros detectives, desde los que han marcado el género hasta personajes más recientes, incluso en algún momento casi llego a notar la presencia de algún personaje de la comisaría de Leganitos que aparecieron en otras novelas de otro inconfundible autor.

En resumen una novela más que recomendable, todo un golpe de naipe sobre la mesa de la novela negra actual, pues hay que reconocer la valentía del autor, de con aspectos muy conocidos y en algunos casos manidos, es capaz de crear una muy buena novela con algunos personajes que resistirían una saga y algo más. Con Óscar Urra volvemos a un Madrid canallesco, malote, bocazas, poderosísimo en su fuero más interno algo que no podíamos perdernos nunca.

Sergio Torrijos

FICHA DEL LIBRO

Título: A timba abierta | Autor: Óscar Urra | Editorial:Salto de Página |Páginas 160 | Precio 15,95€ | Reseñado por Sergio Torrijos

FELIZ CUMPLEAÑOS, GABO

Diez frases de Gabriel García Márquez

en su 85 cumpleaños

 

 «Es muy difícil encontrar en mis novelas algo que no tenga un anclaje en la realidad» asegura Gabriel García Márquez, escritor, periodista y premio Nobel colombiano, autor de Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera, entre otras conocidas obras. En el día de su 85 cumpleaños seleccionamos diez de sus frases más sugerentes.

«Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir que no cuando es no».

«Simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros».

«La hoja en blanco es la cosa más angustiosa que conozco después de la claustrofobia».

«Un escritor puede escribir lo que le de la gana siempre que sea capaz de hacerlo creer».

«Un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse».

«El éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llega, ¿qué hacen? Bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible».

«Basta abrir los periódicos para saber que entre nosotros cosas extraordinarias ocurren todos los días».

«Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez»

«No creo en el mito romántico de que el escritor debe pasar hambre, debe estar jodido, para producir. Se escribe mejor habiendo comido bien y con una máquina eléctrica».

«La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada».

CLASES DE INTELECTUALES

 BAROJA, GENIAL Y ACTUAL

Corría el año 1904 y aquella tertulia, que había abierto el gallego Ramón María del Valle-Inclán en el Nuevo Café de Levante, hervía por las noches con la flor y nata de los intelectuales de la Generación del 98 y los artistas más significados, entre ellos Ignacio Zuloaga, Gutiérrez Solana, Santiago Rusiñol, Mateo Inurria, Chicharro, Beltrán Masses o Rafael Penagos.

Y aquella tarde noche del 13 de mayo de 1904 el que sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja. Porque cuando se estaba hablando de los españoles y de las distintas clases de españoles, el novelista vasco sorprendió a todos y dijo:

“La verdad es que en España hay siete clases de españoles… sí, como los siete pecados capitales. A saber:

1) Los que no saben;

2) los que no quieren saber;

3) los que odian el saber;

4) los que sufren por no saber;

5) los que aparentan que saben;

6) los que triunfan sin saber, y

7) los que viven gracias a que los demás no saben. Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.