El alma sensible de Laura Ferrero (Barcelona, 1984) casi se sorprende del éxito de sus libros. El último de ellos, La gente no existe, es un breviario de cuentos afilados que ha rendido a la crítica a sus pies. Y, sin embargo, Ferrero es ajena al triunfo. En la mujer que es ahora afloran a ratos la niña que guardó en un cajón —todavía está ahí— su primera novela y la estudiante que en Pamplona vibró leyendo a Carver y escuchando a Alejandro Llano. En esta conversación, llena de dudas, habla de la vida —de la suya—: amor, literatura y corazón universitario.
Marie Redonnet es el pseudónimo con el que escribe Martine L’Hospitalier, autora francesa nacida en 1948 en París. Redonnet dio clases durante varios años en un instituto antes de dedicarse por completo a la escritura. Desde que apareció su volumen de poesía Le Mort & Cie en 1985, ha publicado cuatro novelas, una novela corta, numerosos cuentos y tres obras dramáticas. Hotel Splendid fue publicada originalmente en 1986 y permanecía inédita en nuestro país al igual que el resto de su obra que nunca había sido traducida al castellano hasta ahora. Nos llega con traducción de Rubén Martín Giráldez, autor y traductor de cuyo trabajo hay que estar siempre un poco pendientes.
La obra de Marie Redonnet se viene comparando con las de la reciente premio Nobel Annie Ernaux o con Samuel Beckett. Es cierto que ella misma ha reconocido la influencia crucial que la obra del segundo ha tenido sobre su trabajo literario cuando afirmó que Beckett abrió una puerta y ella entró. Y es posible que esa comparación se establezca más en base a su estilo que a su fondo.
El veneno, entre otras cosas, ayudó a que Sue Hubbell superara la traumática separación de su pareja. La ruptura se produjo poco después de abandonar la ciudad para instalarse juntos en las montañas Ozarks de Misuri. El tándem no funcionó y Hubbell apostó por la apicultura. Como cuenta en Un año en los bosques (Errata Naturae), aprendió a inocular veneno de abeja para reforzar el sistema inmunitario mientras alimentaba ranas con moscas escuchando a Händel, Mozart o Albinoni. Y revivió tan a gusto que desde entonces escribiría varios libros sobre aquella cotidianidad.
Nació en Kalamazoo, Michigan, en 1935. Tras licenciarse en Periodismo en la Universidad del Sur de California trabajó como librera y bibliotecaria, mientras desarrollaba su compromiso como activista por la paz en diversas organizaciones. En 1973, sin embargo, decide cambiar radicalmente de vida: abandonar su trabajo y la vida urbana, reducir sus ingresos y también sus gastos, de modo que, además, se redujeran los impuestos que debería pagar a un gobierno que seguía amparando la injustificable Guerra de Vietnam. Se marcha entonces a vivir a un remoto lugar de las Montañas Ozarks, en Misuri, donde crea un pequeño negocio de apicultura respetuoso con el bienestar animal y el medio ambiente. Allí escribe Un año en los bosques, considerado hoy en día un libro clásico de la llamada nature writing y del movimiento del decrecimiento, y que ha recibido innumerables elogios a lo largo de varias décadas. También es autora de libros como A Book of Bees: And How to Keep Them (1989), Broad Sides from the Other Orders: A Book of Bugs (1993), Far-Flung Hubbell: Essays from the American Road (1995), Waiting for Aphrodite: Journeys Into the Time Before Bones (1999), Shrinking the Cat: Genetic Engineering Before We Knew about Genes (2001) o From Here to There and Back Again (2004). Igualmente, Hubbell ha sido colaboradora habitual de publicaciones como The New Yorker, The New York Times, Times Magazine, Harper’s o Smithsonian.
En esta novela hay veranos, cigarrillos, piscinas, hospitales, caballos, azulejos, cemento, arena, cartas, plantas, fuego, vacaciones, amores, mentiras, verdades, vergüenzas… y también alcohol, que lo impregna todo, estropeándolo y deformándolo. Porque el padre es alcohólico. Y ella, la hija de un alcohólico. Pero ¿qué más hay detrás de ese hombre que vendía materiales de construcción y fabricaba muebles reciclando palés? A pesar de haber vivido en la misma casa durante muchos años, padre e hija apenas tienen trato. No se hablan ni se tocan, pero las miradas, los olores y los sonidos les sirven de vínculo. Y el silencio, eso que no se quiere y no se puede decir, es más un campo de batalla que una fortaleza.
Natalia Carrero escribe con un sentido del humor único y una mirada incisiva sobre los estigmas y el mundo como enfermedad; sobre el trabajo y la precarización; sobre qué significa ser una mujer contemporánea que bebe en casa o a escondidas, cualquier día. ¿Se trata de una pulsión, de una disfuncionalidad? Otra es una celebración de esas mujeres y vidas que pocas veces atraen la atención y casi nunca son escuchadas.